El Puente de Mitrovica

La desaparición del Mariscal Tito y la caída de los regímenes comunistas convirtieron a los Balcanes en un polvorín que estalló como una cruenta guerra en el corazón mismo de Europa. Todos contra todos. Serbios, croatas, bosnios, eslovenos, albaneses, montenegrinos, macedonios...

Hoy las armas están mudas, pero la paz es tensa. Países como Eslovenia y Croacia han normalizado su situación e ingresado en la Unión Europea. Pero otros territorios como Kosovo están lejos de encontrar un status definitivo. En disputa desde el siglo XIII cuando los turcos derrotaron a los serbios, gozó de una autonomía desde 1946 concedida por Tito, que la Serbia gobernada por Milosevic abolió, iniciándose un enfrentamiento armado entre el Ejército serbio y el llamado Ejército de Liberación de Kosovo, que obligó a una intervención internacional de la OTAN en 1999. La mayoría albano-kosovar proclamó de forma unilateral en 2008 la independencia de Kosovo, nunca aceptada por Serbia.

Mitrovica es un claro ejemplo de la situación. Al norte del río Ibar se concentra la población serbio-kosovar en número de 20.000 personas mientras al sur se desarrolla la ciudad albano-kosovar que alcanza las 80.000 personas. Las obras de reconstrucción del puente que une ambas orillas y acercaría a ambas comunidades, fueron financiadas con fondos europeos, pero su apertura al tránsito pende de un hilo. El pasado domingo se celebraron elecciones en Kosovo, que otorgan el cargo de primer ministro a Ramush Haradinaj, un ultra nacionalista al que los albanokosovares consideran un héroe por su papel en la guerra de Kosovo y sobre el que pesa una acusación de crímeres de guerra por la Justicia de Serbia. Haradinaj defiende las posturas más duras frente a Serbia y la cuestión fronteriza con Macedonia.

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