miarroba
No es para siempre

Ya sé que llevo tiempo sin aparecer, pero estoy superliada, además ahora el ordenador anda con virus , además de necesitar ya un cambio, hemos comprado otro que lo tendremos en casa dentro de unos dias...mientras tanto estamos limpiando el disco duro, eliminando cosas de las carpetas, reorganizando todo elmateriasl que tenemos.
!en fin! que estaremos varios dias sin ordenador...

Solo desearos que seais felices.

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La muerte dos veces, 2ª parte

Ante la desesperación un oficial superior tocó su silbato y la mayoría de los soldados de la compañía comenzaron a avanzar. Dirk y Carl comprendieron la ineptitud y lo peligroso de la orden, por eso simplemente se miraron cómplices a los ojos y se resguardaron aún más dentro de la trinchera.

Vieron pasar a muchos de los suyos en carrera desesperada, con gritos de espanto y con lágrimas en la cara. Era tal la confusión reinante que algunos corrieron por la franja de terreno en la que ellos mismos habían instalado minas días atrás. Otros eran descuartizados por las balas mientras intentaban socorrer a algún herido, y otros, como si nada, abandonaban sus armas en el medio del desierto y se quedaban parados para recibir cuanto antes la descarga de la artillería enemiga.

Se intensificó el fuego encarnizado de los cañones ingleses. El refugio de Dirk y Carl no iba a aguantar mucho más. Las bombas estallaban a no más de veinte metros. Era seguro: una explosión iba a ser dar la estocada final a sus vidas y ellos no podían hacer nada para evitarlo. Se oyó un estruendo cercano, el más cercano de todos, y antes de que se pudieran recuperar de la conmoción causada por el impacto, el torso de un cuerpo cayó como plomo sobre ellos. No había nada que hacer. Todo era espanto por donde se lo mire.

Creyeron estar en el preludio de sus muertes. Aparecieron ante ellos las figuras de sus padres, las de sus hermanos, la de ellos mismos en los tiempos de la infancia. Entonces se abrazaron y rompieron en llanto. Los silbidos de la tormenta de acero coronaban el agónico ritual. Morirían abrazados, llorando juntos, rezándole a Dios y jurándole que, de sobrevivir, ambos se convertirían en monjes y volverían a ese mismo lugar cuando cumplieran treinta años, para visitar las tumbas de sus compañeros y en muestra de agradecimiento al poder divino. En fin, era la evocación enfermiza e inconsciente a una fuerza superior de quienes ya se sabían indefectiblemente muertos.

Por último, detrás del tableteo de las metrallas y los estruendos de la artillería, pudieron percibir el rumor de los bombarderos enemigos que se acercaban. Temblando como una hoja Carl se abrazó aún más fuerte a Dirk y lanzó agudo y desgarrado gemido. Cerraron los ojos esperando lo humanamente inexorable.

A finales del verano del 42, tras doce días de intensa lucha, los alemanes sufrieron una aplastante derrota en manos del ejército inglés, en la batalla de "El alamein", a cien kilómetros de Alejandría. En tres meses el general Montgomery, comandante en jefe del VIII ejército, hizo retroceder a las tropas de Rommel mil quinientas millas, a través de los restos del imperio italiano hasta llegar a Túnez, causándole pérdidas que se elevaban a los 75.000 hombres, 1000 cañones y 500 tanques.

FIN.

006
La muerte dos veces

Tipo: Cuento - Género: Historia
-Autor: Leandro Moreno - Pais: Argentina - Ciudad: La Plata

Para ellos dos, tarde o temprano, encontrar la muerte en ese lugar sería un hecho ineludible. La mañana del día número once de combate los despertó con el estruendo de una bala de mortero que estalló a escasos metros. A eso le siguió una ráfaga de metralla de grueso calibre, y el sonido del motor de los panzer, que se alineaban para empezar la contraofensiva. Las cosas habían permanecido en calma por dos horas durante la noche.

Dirk y Carl estaban incómodos en la estrecha trinchera de la primer línea de combate. El calor era sofocante tanto de día como de noche y el olor rancio de sus pieles se confundía con el vaho a pólvora, muerte y putrefacción, que provenía del terreno abierto. En otra ocasión, una vez cesado el fuego, ellos y los otros hubieran salido a recoger los cuerpos dispersos, pero en ese momento eran consientes de que si se salían del pozo no volverían con vida.
Ambos, con diecinueve años a cuesta, habían pelado en diferentes frentes, cada uno con un clima, un terreno y una modalidad de hostigamiento diferente. Frente a sus ojos vieron pasar los cadáveres de muchos de sus amigos como cuerpos mutilados de la manera más absurda e inimaginable. Muchas veces habían tenido miedo y habían sentido el gélido aliento de la muerte soplándole sobre sus nucas, pero estos diez días de combate consecutivo estaban siendo los peores. Con seguridad, pensaban, no saldrían vivos de ésta.

Dirk asomó la cabeza un tanto y vio a unos doscientos metros a tres hombres de uniforme verde y cascos de visera curva. Sin duda se habían adelantado a su batallón, o estaban perdidos. No lo sabía con certeza. Uno de ellos se había enganchado en el primer cerco de alambre de protección y luchaba desesperado por salir. Los otros dos procuraban ayudarlo, pero la balacera hostil les impedía hacer demasiado. Dirk apoyó el fusil sobre su hombro, apuntó con descuido y disparó.
Increíblemente la bala le dio a uno de lleno en el cuello, de eso estuvo seguro porque pudo ver un chorro de sangre brotando de la herida. No pasó un minuto cuando los otros fueron literalmente despedazados por las esquirlas de un mortero, que explotó a menos de un metro del alambrado.

Pronto comenzaron a oírse los cañonazos de la artillería inglesa y, entonces, prácticamente no hubo rincón del territorio alemán que no fuera tocado por las bombas. Desde la fosa Dirk y Carl oía los gemidos agónicos de sus compañeros, que empezaron a confundirse con los propios gritos de terror y con los estrepitosos estallidos cercanos. El suelo temblaba y la arena del desierto, que de tanto ajetreo había formado una densa nube en el aire, comenzaba a caer sobre sus cuerpos.

Continuará.....

004
Destino en el purgatorio  2ªparte

Tanto yo como él nos detuvimos a la vez, a unos varios metros. Y yo aproveché para intercambiar una conversación con mi contrincante.

Thanatos: Llegó la hora, Prometeo. - Dije alzando la voz cuando la luz de un relámpago me deslumbró.
Prometeo: Yo tan sólo quiero liberarme de este Purgatorio.
Thanatos: Pues antes tendrás que enfrentarte contra mí. Tu estás aquí para pagar por tus pecados que hiciste en tu vida pasada.
Prometeo: Que el Destino sea quien lo decida.

Al instante se sentía el cielo relampaguear y resonando en todo aquel anfiteatro. Ambos hacíamos presión con las manos en nuestras espadas. Yo ordené a mi unicornio negro que saliera a galopar velozmente contra el adversario. Prometeo hizo lo mismo con su unicornio rojo, al darse cuenta de mis intenciones. Ambos unicornios empezaron a galopar levantando la arena del suelo a cada galopada. A medida de que nos acercábamos el uno hacia el otro, en pocos segundos nos preparábamos nuestras espadas, alzándolas para arriba y así contraatacarnos mútuamente.

Al encontrarnos frente a frente, los unicornios al no frenar se chocaron entre sí. Eso lo que provocó en ambos animales que estuvieron a punto de perder el equilibrio pero supieron estar firmes alzándose entre ellos. A partir de ese momento yo y Prometeo nos enzarcemos en un duelo de espada contra espada. A la vez los unicornios aprovecharon para contraatacarse entre sí, cuerno contra cuerno. En un momento mi espada rozó la cabellera de Prometeo; éste consiguió agachar su cabeza logrando esquivar mi movimiento.

El duelo entre espadas continuó hasta el riesgo de golpear ambas espadas entre sí, haciendo presión la una contra la otra. Yo conseguí rematar el golpe echando afuera a mi contrincante de su unicornio. El golpe fue tan potente que él se cayó al suelo pero deslizándose y arrastrándose en la arena varios metros. Aproveché para atacar al unicornio rojo. El animal se percató de mis intenciones y se alzó para intentar atacarme con sus garras. El mío se abalanzó sobre él para impedírselo y yo le clavé mi espada de cobre en lo más profundo. Luego rápidamente saqué la espada ensangrentada de su tórax. El unicornio rojo rechinaba muy dolorosamente brotando mucha sangre hasta desplomarse muerto contra el suelo.

Mis siervos me alabaron al conseguir derrotar a ese animal. Sus voces se sentían de lo más profundo de ultratumba. Prometeo contempló la escena de esa muerte con expresión de sorpresa. Él cogió su espada de plata y enfurecido se dirigió corriendo hacía mí. Al llegar él frente a frente mi unicornio se elevó para atacarlo y él se dispuso a agacharse y voltearse, pasando por debajo del animal para así incrustarle violentamente la espada contra el tórax. A partir de ese momento mi unicornio rechinaba profundamente del dolor, perdió el equilibrio y se estampó estrepitosamente contra el suelo. Yo comprobé que el animal ya estaba muerto. Me levanté y observé a mi enemigo que se encontraba a unos cuantos metros. Él se mostraba impasible y serio mientras que mis aliados le abucheaban con desprecio.

El fuerte viento empezó a levantar la arena del suelo haciendo remolinos. Aún continuaban sintiéndose relámpagos, pero esa vez estaban más moderados. Nosotros seguíamos estando distanciados a unos metros pero yo me decidí a dar un paso hacia delante para hablarle a Prometeo.

Thanatos: Prosigamos. - Dije alterando mi tono de voz.

Los dos nos dirigimos a toda prisa el uno hacia el otro para enzarzarnos de nuevo en una lucha de espadas, cuerpo a cuerpo. Durante ese duelo yo podía sentir como los golpes de la espada de Prometeo contra la mía eran cada vez más incesantes. Podía percibir como la impotencia agresiva impregnaba el alma de mi adversario. Entonces él golpeó su espada contra la mía con tal fuerza que logró que mi apreciada arma saliera despedida al suelo varios metros.

FIN

004
Destino en el purgatorio  I

-Tipo: Cuento - Género: Fantasía épica -Leído: -Autor: Tony García -

Primera parte.

Una incesante y estruendosa tormenta eléctrica se cernía en aquel cielo gris y nublado. Truenos y relámpagos hicieron eco entre las montañas. Aunque prácticamente era de día parecía que estaba anocheciendo.

Mi nombre es Thanatos. Yo me encontraba con mi unicornio negro, concretamente en la plaza de un antiguo anfiteatro al lado del mar. Todas las gradas de aquel anfiteatro estaban ocupadas por mis aliados que iban vestidos igual que yo. Mi vestimenta iba acompañada por una túnica negra y una capucha que me recubría todo mi rostro, pero podía ver a través de una fisura de la tela. Llevaba una espada de cobre, apretándola con mi mano derecha. Estaba a punto de iniciar un duelo contra un adversario que se hacía llamar Prometeo.

Prometeo iba acompañado con un unicornio rojo. Él tenía en sus manos una espada de plata. Su vestimenta era una túnica roja que le recubría su cabeza. Dejaba su rostro al descubierto, mostrando su cara desfigurada por quemaduras que le provocaron la muerte en su anterior vida. La nariz la tenía destrozada, sobresaliendo los orificios óseos. Él estaba condenado por el Tribunal del Purgatorio a enfrentarse contra mí.

Todos mis siervos se alzaron de las gradas para dar paso a mi contrincante. Entró por la puerta principal del anfiteatro a la vez que se sentían los estruendosos truenos y relámpagos mientras que la intranquilidad constante del mar hacía notable el vaivén de las olas. El unicornio rojo de Prometeo a cada paso que marcaba en el suelo hacía empolvar la arena a la vez que mi enemigo miraba con detenimiento a mis aliados en ambos bandos del anfiteatro. Con cara de total seriedad él dirigió su mirada hacia mí. Mi unicornio negro dio unos pasos hacia delante al mismo tiempo que una bandada de cuervos se alzaron sobrevolando el anfiteatro.



continuará......

QUIERO DAR LAS GRACIAS A MI AMIGA MELI POR ESTA CABECERA Y FONDO TAN CHULOS QUE ME HA HECHO, GRACIAS GUAPA.

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rubiales66

Mujer, 45 años

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